Yo sé las alfombras que pisan las aves
cuando van entrando al alcázar
en el que Dios mismo las espera para bendecirlas…
y van de vuelta, luego, por esa misma alfombra,
al alcándara que está‒
en el tejado azul del alma de esta amiga.
Y puede vérsela ‒a ella‒ allí,
dentro de su extraña pajarera,
conviviendo, de igual a igual, entre cóndores y colibríes.
O se la puede ver, también, auxiliando al pichón callejero y famélico;
porque ella sabe muy bien que después de la tormenta,‒
este será el palomo de la buena nueva.
Yo la he visto posada en los rascacielos de Miami‒
contándose las plumas.
‒‒‒‒‒‒‒‒‒‒‒‒‒‒‒‒‒‒‒‒‒‒‒‒‒‒‒‒‒‒‒‒‒‒‒
OSVALDO RAYA
domingo, 19 de julio de 2009
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